Antes, su fortaleza estaba en las piernas. Ahora, en los ojos. Bolsito siempre en mano, se sube asiduamente a un micro o a un avión para posar el ojo clínico en 30 mil chicos al año. De ídolo del póster de Boca campeón 1969 y 1970 a cazador de talentos. Norberto “El Muñeco” Madurga lleva seis años en el área de captación del club, en silencio, como es su costumbre: “Me interesa inculcar una lección de vida”, avisa. “Más que nunca el fútbol sirve para que no caigan en la tentación de la droga o el alcohol. A mis 13 yo fui rechazado en River por mi físico. Ese rechazo me sirvió para no lastimar jamás a un chico”.
En Casa Amarilla, rodeado de adolescentes que no saben que en los sesenta los canales de televisión se disputaban la transmisión exclusiva de su casamiento, Madurga explica que en su recorrido por el mapa, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires siguen siendo los mayores generadores de “mejor materia prima”: “El norte suele tener el problema de lo físico en los chicos. La mala alimentación los hace jugadores endebles. Y en el sur, son más fuertes, pero no hay tanta técnica”, detalla.
Más que con hileras de chicos que van a las pruebas del interior, se topa con hileras más complejas, las de los demandantes padres: “La peor contra que traen los pibes son esos papás que los ven como salvación. No los tratan como hijos, sino como a salvadores”.
De 300 o 400, según calcula, queda fichado uno, o dos. Más que olfatear el talento, la gran tarea es explicarle a un chico que no quedar elegido no es sinónimo de fracaso. “Mi gran maestro, Nano Gandulla, ex jugador de Boca, nunca le dijo a un chico que no servía. De eso aprendí. Hay que tomarle la prueba a alguien así sea obeso o así sea una chica. Eso es demostrar no discriminación”. Por los ojos de Madurga pasaron juveniles ya en primera como Adrián Cubas y Rodrigo Bentancur.
“El Muñeco”, apodado así cuando el actual técnico riverplatense ni había nacido, carga con el mote de sus años de galán. Hasta los presos le escribían a Boca para felicitarlo por su dupla demoledora con “El Tano” Nicolás Novello. Fue reemplazante de Antonio Ubaldo Rattin. Los periodistas lo definían con una premisa: “Es el jugador que más veces toca la pelota en un partido, y el que menos la tiene”.
El 29 de diciembre, Madurga cumplirá 70. Extraña esa era en que las redes eran los arcos, el lugar de la Playstion en las concentraciones lo ocupaban los naipes, y ni se vislumbraban las selfies después del gol. La alcancía livianita recién permitía el primer auto tres años después de jugar en Primera. Con el retiro, tuvo que probar ganándose la vida con un restaurante y como vendedor de una marca deportiva. A tres décadas de haber colgado los botines, todavía trabaja porque lo necesita.
Regresado de Tandil, La Pampa y Junín en busca de “gemas” frescas –algunos jugadores que prueba pertenecen, increíblemente, a la categoría 2009- Madurga ejerce una tarea docente sin pensarlo: “Lo primero que digo es que en Boca se necesita temperamento, pero se necesita antes que nada un estudio”, resalta. “Así pueden enfrentar dignamente la vida. Lo decimos desde la experiencia: grandes figuras del fútbol no tienen una situación cómoda porque no tuvieron la formación para saber desenvolverse”.
¿Qué hubiera sido de su vida de haber quedado fichado en River Plate en los años cincuenta? “Cada uno tiene un destino, el mío era, claramente, jugar en Boca. Yo había llegado hasta River porque mi hermano tenía un conocido. Me acuerdo cuando entré al vestuario y un técnico me dice: ‘¿Con ese físico te venís a probar?’ Me dolió, pero si hubiera sido un impacto psicológico tan grande, no hubiera jugado en ningún lado más”.
Con la fuerza de la revancha, a Madurga el rechazo lo potenció: “Cuando llegué a Boca me volví loco. Di todo. En la práctica uno me paró: ‘¿Che, vos estás jugando una final del mundo?’ Y es que esa camiseta te puede hacer agrandar o te puede hacer achicar”.
Con casi más horas en la institución que en su casa -140 partidos, 40 goles, casi 20 mil días que no sirven para dimensionar la intensidad del sentimiento-, uno se pregunta cómo le cae al “Muñeco” el proyecto de mudar la Bombonera lejos de la República de La Boca: “Habría que encontrar la forma de refaccionarla, pero no de arrancarla del barrio”, dice como con un puñal atravesado. “No me imagino yendo a ver a Boca a otro lado. Pensás eso y se te viene encima la nostalgia de todo lo que viviste. Será que el club es mi vida entera. Me enseñó a manejarme en la sociedad. Yo habré sido un granito de arena en la historia de Boca, pero algo signifiqué para el club”.
Fuente: Clarín
Link: http://www.clarin.com/sociedad/Norberto_Madurga-El_Muneco_Madurga-Historias_de_vida_0_1417658266.html
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