
Puede que un club tenga cancha y sede social, un estadio y microestadio, una dupla técnica y hasta un par de barras enfrentadas, pero nunca dos moles de cemento enormes proyectadas para convivir en armonía precaria. Y menos, si están demasiado cerca. Sucede con Independiente y Racing en Avellaneda, que están a un paso, pero los separa una clásica rivalidad. Boca podría ser el precursor de esta idea disparatada si prospera el proyecto de su presidente, Daniel Angelici. Como está por fracasar la iniciativa de comprarles sus propiedades a vecinos de la Bombonera, avanza la de levantar otro escenario. Tendrá más capacidad, pero transformaría el mítico anfiteatro inaugurado en 1940 en una cáscara vacía. Se techaría para organizar recitales de vez en cuando o practicar otros deportes. Los hinchas se oponen a su demolición; la dirigencia acusó recibo y por eso Boca conservará su vieja casa y al lado construirá una nueva. Ver para creer.