domingo, 14 de octubre de 2012

Un dilema del tamaño de la Bombonera

El club no podrá ampliar su mítico escenario a menos que el gobierno porteño expropie casas linderas. Pero si avanza la idea del presidente Daniel Angelici, se levantará otra cancha para 80 mil personas, que es rechazada por organizaciones vecinales.


Boca necesitaría dos canchas para ofrecerles a sus 106 mil socios un fútbol sin restricciones. O sea, que un domingo cualquiera y como local, todos puedan entrar para ver al equipo. Sepultada la idea de adquirir viviendas linderas a la Bombonera porque el 35 por ciento de los vecinos no las venden, al club le queda un solo camino: construir un estadio nuevo. Es el proyecto que anunció el presidente Daniel Angelici en mayo pasado. Pero necesita de requisitos políticos y económicos para cumplirse. Los primeros parecen factibles, los segundos no tanto, aunque el dirigente sostiene desde hace tiempo que cuenta con inversores para hacerse cargo de esta obra faraónica. La iniciativa tiene un aspecto extravagante: el escenario para 80 mil espectadores conviviría con la Bombonera en la misma geografía, a escasas cuadras de distancia. Esta amenaza –así la perciben organizaciones vecinales– podría concretarse si la Corporación Buenos Aires Sur, que es dueña de dos manzanas donde se levantaría el estadio, decide vendérselas a Boca. Esa sociedad del Estado es controlada por el macrismo, fuerza en la que también milita Angelici, un radical del PRO muy cercano a Enrique Nosiglia.

Cuando Alpargatas era Alpargatas

Hoy Casa FOA. Mañana Molina Ciudad, un exclusivo edificio de viviendas tipo lofts, locales comerciales y oficinas. Solarium, spa y piscina. La transformación de la fábrica textil que durante más de un siglo nutrió de vida y trabajo al barrio.


Hay algo de la experiencia de vivir en La Boca y Barracas que se parece bastante a tener una máquina del tiempo. Porque salir a caminar por sus calles es sentir la historia bajo los pies: imaginar los barcos llegando al puerto, los conventillos de principio de siglo, los artistas, los militantes obreros… por momentos las paredes nos hablan y nos cuentan, no sólo la historia gloriosa, si no también las marcas posteriores, las continuidades y las rupturas. Y cuando percibimos que una buena parte del barrio ya no es lo que era, la Historia nos ayuda a pensar las razones políticas y económicas detrás de esos cambios.

Por ejemplo, el edificio de Alpargatas supo ser más que la actual sede de Casa FOA, en una época en la que La Boca-Barracas estaba lejos de poblar su geografía con negocios inmobiliarios hipervaluados.

Horacio Guarany: “La Boca es mejor que Nueva York”

En una charla sin desperdicios, llena de emoción y anécdotas, uno de los mejores artistas del país recordó los años que vivió en un conventillo del barrio, recién llegado de su Santa Fe natal.


La imagen sería la de un barco, tal vez un pesquero, encallado y hundido bastante cerca de la costa. Lo del barco se presume, ya que sólo se ve lo que fuera su mástil con el que caprichosamente juegan las olas cubriéndolo casi por completo, cuando la marea las manda, y dejándolo solo, al descubierto y mojado, cuando con su espuma emprenden la retirada. 
Pero el mástil (y su barco, más abajo) resisten, estoicos y firmes, como si todavía siguieran navegando.
Así son los recuerdos que evoca Horacio Guarany de su querido La Boca. A veces lo sumergen, lo tapan, lo ahogan. Pero con la próxima pregunta las olas se retiran y las maderas, algo corroídas pero buenas, siguen erguidas y firmes. Hasta que el próximo recuerdo las vuelve a poseer. Y se mojan, como los ojos del cantautor llegado de Santa Fe con toda su pobreza a cuestas, con más esperanzas que certezas de encontrar en Buenos Aires algo que lo hiciera no sentir hambre, y –por supuesto con su canto y su música que por los años ’50 no le llenaban el bolsillo, pero sí el alma.