La presidenta de la entidad, Beatriz Carballo, explicó que las obras ya comenzaron y que se espera que estén finalizadas dentro de cuatro años. Al respecto, precisó que entre otras cosas se va a reforzar la seguridad y a convertir en peatonal la calle Necochea, desde el Circuito de las Artes hasta Caminito, y que también se abrirán centros culturales y cantinas típicas.
lunes, 28 de julio de 2014
La Asociación Hijos de Zas se suma al Circuito de la Artes en el barrio porteño de La Boca
La Asociación Hijos de Zas, convocada por la dirección de planeamiento del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, está participando de un proyecto de promoción del barrio porteño de La Boca. En el marco de esta iniciativa, una de las acciones será constituir un ‘Circuito de las Artes’, del cual la entidad formará parte para difundir la cultura y el arte de Galicia presentes en la Argentina.
La presidenta de la entidad, Beatriz Carballo, explicó que las obras ya comenzaron y que se espera que estén finalizadas dentro de cuatro años. Al respecto, precisó que entre otras cosas se va a reforzar la seguridad y a convertir en peatonal la calle Necochea, desde el Circuito de las Artes hasta Caminito, y que también se abrirán centros culturales y cantinas típicas.
La presidenta de la entidad, Beatriz Carballo, explicó que las obras ya comenzaron y que se espera que estén finalizadas dentro de cuatro años. Al respecto, precisó que entre otras cosas se va a reforzar la seguridad y a convertir en peatonal la calle Necochea, desde el Circuito de las Artes hasta Caminito, y que también se abrirán centros culturales y cantinas típicas.
martes, 8 de julio de 2014
Un recorrido por Caminito y el Barrio de La Boca
El lugar es un espacio imperdible para los viajeros que llegan a Buenos Aires. Este tradicional callejón está en el Barrio de La Boca a 400 metros de la Bombonera, Estadio del Boca Juniors - uno de los dos equipos más importantes de la capital argentina. En los años 50 un grupo de vecinos de este barrio decidieron hacer de Caminito una calle museo y convertirlo en lo que es ahora.
martes, 1 de julio de 2014
La calle Necochea será un paseo entre Caminito y la Usina del Arte
Render que muestra cómo quedará Caffarena y Villafañe, otra esquina de La Boca que será modificada, como Necochea.
El silencio y las persianas bajas en varias cuadras de la popular calle Necochea, entre Brandsen y Pedro de Mendoza, en La Boca, le colgaron el cartel de "recuerdo" a la vida agitada que supo tener esta arteria en tiempos no tan lejanos. O sí: cuando en la década del 50 era el paso obligado de marineros y turistas en busca de cantinas, cigarrerías e incluso burdeles.
Museo Benito Quinquela Martín: Por La Boca muere
El archivo del pintor encierra el relato de una vida apasionante.
La obra de Benito Quinquela Martín es una sinfonía de estibadores cargando carbones, frutas y pescados. Narra una épica del movimiento continuo. Brumas, soles, atardeceres, noches cerradas, fiestas, astilleros, puentes y velámenes se mezclan en una memoria alucinada que hizo honor a aquello de “mirar hasta que estallen los ojos”. Esa mirada amorosa se derrama como un bálsamo sobre el pueblo boquense. El tan subvalorado “color local” es el eje alrededor del cual se organiza el mundo de Quinquela como una unidad indivisible entre el artista y el lugar que habita. Siempre figurativo, la carga de verdad que hay en cada trazo quinqueliano resplandece como una ánfora de luz. En un mundo donde la reticencia de sentimientos es moneda corriente, cada cuadro de Quinquela adquiere el valor de una esperanza señera. El pintor de La Boca era un alquimista que transformó a su patria chica en un mundo inmenso. Quinquela decía: “Aquí me dieron todo: amparo, cariño, amistad, fama… a La Boca le debo todo lo que soy, aquí me trajo la mano de Dios, aquí he trabajado, aquí he sufrido y soñado, aquí he vivido”. Y ese “aquí” es también un “ahora” por el milagro del arte.
La obra de Benito Quinquela Martín es una sinfonía de estibadores cargando carbones, frutas y pescados. Narra una épica del movimiento continuo. Brumas, soles, atardeceres, noches cerradas, fiestas, astilleros, puentes y velámenes se mezclan en una memoria alucinada que hizo honor a aquello de “mirar hasta que estallen los ojos”. Esa mirada amorosa se derrama como un bálsamo sobre el pueblo boquense. El tan subvalorado “color local” es el eje alrededor del cual se organiza el mundo de Quinquela como una unidad indivisible entre el artista y el lugar que habita. Siempre figurativo, la carga de verdad que hay en cada trazo quinqueliano resplandece como una ánfora de luz. En un mundo donde la reticencia de sentimientos es moneda corriente, cada cuadro de Quinquela adquiere el valor de una esperanza señera. El pintor de La Boca era un alquimista que transformó a su patria chica en un mundo inmenso. Quinquela decía: “Aquí me dieron todo: amparo, cariño, amistad, fama… a La Boca le debo todo lo que soy, aquí me trajo la mano de Dios, aquí he trabajado, aquí he sufrido y soñado, aquí he vivido”. Y ese “aquí” es también un “ahora” por el milagro del arte.
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