miércoles, 7 de mayo de 2014

La Boca

El Colegio Della Pena, queda en el barrio de La Boca, en Catalinas, y la vida me ha dado el gustazo de llevar a mis hijos ahí a estudiar, y ahora, esperar afuera a que salgan mis nietos. Las madres que me rodean, mujeres guapas y fuertes, muchas de ellas itálicas, tienen siempre adoración por la escuela, en la que muchas de ellas también han estudiado. damente las mejoras del nieto del medio, en cuanto a lectura y escritura.


Vaya entonces este pequeño homenaje a ese colegio de espíritu itálico, que queda en La Boca.

Catalinas tiene un dejo de gran familia. Sin ir más lejos, un viejo saca volando a dos pibes que caminan sin rumbo mirando los coches que están estacionados. El policía de siempre, el kiosquero de toda la vida. Una pequeña ciudad de tolerantes, porque cuando la gente vive tan cercana, como en esos monoblocks, se la ve tolerante, como si fuera una familia.

Más para la Avenida Garay, por Necochea, está la casa del petiso José, mi hermano del alma. No he entrado dentro de La Boca, como antes, como cuando la vivía más diariamente, pero me di cuenta que por alguna razón ahí pertenezco. Ahí donde aprendí a cantar, donde una señora griega hacia los mejores ravioles, y el hijo, que era sordomudo, los repartía. Parte de mi infancia está ahí, bah, no parte, diría que casi toda, ahí y en Avellaneda. Recuerdo imágenes muy sórdidas y muy bellas.

En fin, la Universidad Popular de La Boca, donde aprendí a soldar con eléctrica. Y ahora mis nietos están ahí.

Hay algo de inmigrante que estoy reconociendo últimamente en la vida mía, mis antepasados son italianos, y de a poco me voy encontrando, sin querer, con todo lo itálico que yo antes ignoraba, no veía. Todo un gran esfuerzo para mí, y una alegría.

¿Será que haber andado por todas esas chatas viejas, o tirarle piedras a los serenos rusos de los barcos, me habrán convertido en el que soy? Un profundo amante de mi ciudad, que aunque sobrepoblada, y muy poco querida, sobrevive en cúmulos de gente que se cuida entre sí porque se quiere a pesar de todo.

¿Estará Napolitano todavía, en el Samovar de Rasputín?

El viejo Quinquela vivía en la Avenida Suárez, y nosotros, y digo “nosotros” por mi tía Odelcia, por Isabel la Católica.

Que Dios te bendiga Boca querida de mi corazón. Besos. Casero

Fuente: La Razon

Link: http://www.larazon.com.ar/interesa/Boca_0_563400089.html

1 comentario:

  1. HAY UN TIEMPO,EN QUE SE EMPIEZAN A TENER EN CUENTA LOS ANCESTROS Y ESTÁ MUY BIEN ,AÚN NO SOMOS ROBOTS.GRACIAS CASERO,por el afecto.

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