Continuamos nuestra ruta urbana por Buenos Aires. Dejando atrás la Plaza de Mayo, nos dirigimos hacia el Sur utilizando el Paseo Colón para llegar al barrio más visitado de la ciudad,La Boca, en busca de ‘Caminito’ con sus tanguistas y sus tópicos, pero también tratando de encontrar vestigios de aquella diferencia, que nos habían contado, entre el Norte y el Sur del Buenos Aires de hace un siglo.
Traíamos aprendido que en aquella época los barrios del Norte eran los de la alta sociedad, con predominio de anglosajones y criollos y con los edificios más señoriales, pero también albergando a toda una población de los más humildes a su servicio, concentradas en guetos, una familia por habitación, en los famosos ‘conventillos’.
Por otra parte, la zona Sur, con mayoría de italianos y españoles, presentaba más uniformidad, con una población en general humilde, pero con viviendas independientes y sin llegar al hacinamiento.
Pues bien, lo que vemos, podríamos decir al Norte de San Telmo, es un tipo de edificios de cuatro o seis plantas, con el estilo y la calidad de cualquier barrio de buen nivel del siglo XIX en una ciudad europea.
Según vamos hacia el Sur y sobre todo al sobrepasar el Parque Lezama, dejando atrás, a la derecha, la Catedral ortodoxa rusa, las construcciones en general van perdiendo altura hasta llegar al predominio de las de planta baja, con algunas excepciones de dos y tres plantas.
Sin embargo es aquí donde nos topamos con los ‘conventillos’, ahora transformados en galerías comerciales o centros culturales.
El primer impacto es ‘la Bombonera’, la cancha del Club Atlético Boca Juniors, que se publicita desde hace rato en las vallas e inunda el paisaje urbano de azul y amarillo. Desde su remodelación en 1940, el famoso estadio de empinadísimas gradas y forma de ‘D’, dicen que vibra de forma sobrecogedora: “La Bombonera no tiembla, late…”
Merece la pena darse un paseo para deleitarse con las pinturas que decoran su perímetro. Las más famosas son de los muralistas Pérez Celis y Rómulo Macció, representando los emblemas del Club y personajes del deporte y la cultura porteños, eso sí, apoyándose siempre en amarillo y azul.
Otra novedad, para nosotros, es la vitalidad, colorido y alegría de unas calles que nos habían augurado descoloridas y tristes, en dato de no más de veinte años. La realidad es una zona de varias manzanas peatonales, al menos de hecho, repleta de terrazas a tope (o ‘petadas’, como se dice ahora) anunciadas en pizarras escritas con tiza, exposiciones de pintura con el artista a pie de tajo, parejas con traje rayado y sombrero sobre laca, el caballero, y flor en el pelo recogido y falda con corte hasta la cadera, la señora… Y turistas. Todo lleno de turistas acumulando píxeles de colores entre las casas bajas, de madera y chapa acanalada, que conservan rigurosamente la tipología original, pero completamente pintadas en tonos pastel.
La conexión entre ambos mundos, el vendedor de jugos, también esta vez con cola, a la entrada de la rúa más buscada.
Porque es aquí donde Juan de Dios Filiberto se inspiró para componer la melodía de‘Caminito’ en 1923, aunque sus versos nos hablen de aquel sendero entre Olta y Loma Blanca (en la Rioja argentina), que recorría el letrista Gabino Coria Peñaloza en 1903 para ver a su amor.
Un busto de Gabino del escultor Ezer Díaz, sobre una peana de pared, vigila discretamente la entrada de la calle.
Seguimos exprimiendo nuestras 24 horas, por eso, después de las fotos y el paseo, sólo nos detenemos un instante para saborear una Quilmes Cristal, “el sabor del encuentro”, acompañando a las populares empanadillas. Después retomamos el circuito, ahora en dirección Norte. Se lo contaremos.
Sin embargo es aquí donde nos topamos con los ‘conventillos’, ahora transformados en galerías comerciales o centros culturales.
El primer impacto es ‘la Bombonera’, la cancha del Club Atlético Boca Juniors, que se publicita desde hace rato en las vallas e inunda el paisaje urbano de azul y amarillo. Desde su remodelación en 1940, el famoso estadio de empinadísimas gradas y forma de ‘D’, dicen que vibra de forma sobrecogedora: “La Bombonera no tiembla, late…”
Merece la pena darse un paseo para deleitarse con las pinturas que decoran su perímetro. Las más famosas son de los muralistas Pérez Celis y Rómulo Macció, representando los emblemas del Club y personajes del deporte y la cultura porteños, eso sí, apoyándose siempre en amarillo y azul.
Otra novedad, para nosotros, es la vitalidad, colorido y alegría de unas calles que nos habían augurado descoloridas y tristes, en dato de no más de veinte años. La realidad es una zona de varias manzanas peatonales, al menos de hecho, repleta de terrazas a tope (o ‘petadas’, como se dice ahora) anunciadas en pizarras escritas con tiza, exposiciones de pintura con el artista a pie de tajo, parejas con traje rayado y sombrero sobre laca, el caballero, y flor en el pelo recogido y falda con corte hasta la cadera, la señora… Y turistas. Todo lleno de turistas acumulando píxeles de colores entre las casas bajas, de madera y chapa acanalada, que conservan rigurosamente la tipología original, pero completamente pintadas en tonos pastel.
La conexión entre ambos mundos, el vendedor de jugos, también esta vez con cola, a la entrada de la rúa más buscada.
Porque es aquí donde Juan de Dios Filiberto se inspiró para componer la melodía de‘Caminito’ en 1923, aunque sus versos nos hablen de aquel sendero entre Olta y Loma Blanca (en la Rioja argentina), que recorría el letrista Gabino Coria Peñaloza en 1903 para ver a su amor.
Un busto de Gabino del escultor Ezer Díaz, sobre una peana de pared, vigila discretamente la entrada de la calle.
Seguimos exprimiendo nuestras 24 horas, por eso, después de las fotos y el paseo, sólo nos detenemos un instante para saborear una Quilmes Cristal, “el sabor del encuentro”, acompañando a las populares empanadillas. Después retomamos el circuito, ahora en dirección Norte. Se lo contaremos.
Fuente: Expreso
Link: http://www.expreso.info/destinos/callejeando/39371_24_horas_en_buenos_aires_la_boca?page=0,1
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