Boca necesitaría dos canchas para ofrecerles a sus 106 mil socios un fútbol sin restricciones. O sea, que un domingo cualquiera y como local, todos puedan entrar para ver al equipo. Sepultada la idea de adquirir viviendas linderas a la Bombonera porque el 35 por ciento de los vecinos no las venden, al club le queda un solo camino: construir un estadio nuevo. Es el proyecto que anunció el presidente Daniel Angelici en mayo pasado. Pero necesita de requisitos políticos y económicos para cumplirse. Los primeros parecen factibles, los segundos no tanto, aunque el dirigente sostiene desde hace tiempo que cuenta con inversores para hacerse cargo de esta obra faraónica. La iniciativa tiene un aspecto extravagante: el escenario para 80 mil espectadores conviviría con la Bombonera en la misma geografía, a escasas cuadras de distancia. Esta amenaza –así la perciben organizaciones vecinales– podría concretarse si la Corporación Buenos Aires Sur, que es dueña de dos manzanas donde se levantaría el estadio, decide vendérselas a Boca. Esa sociedad del Estado es controlada por el macrismo, fuerza en la que también milita Angelici, un radical del PRO muy cercano a Enrique Nosiglia.
El 13 de septiembre de 2010 el gobierno porteño le transfirió esas tierras a la corporación que dirige Humberto Schiavoni, el presidente del PRO a nivel nacional. Delimitadas por las calles Palos, 20 de Septiembre, Martín Rodríguez y Blanes, hoy son terrenos baldíos rodeados por edificios en construcción ubicados sobre la avenida Almirante Brown, el predio de Casa Amarilla que le pertenece a la Armada y el complejo la Bombonerita. El Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires (IVC) se las cedió a la Corporación Buenos Aires Sur, que está habilitada para comercializar los bienes a su cargo. Todo parece indicar que con un solo hecho jurídico –la compra– Boca podría hacerse de las dos manzanas y levantar allí su futuro estadio. Su presidente hasta le puso fechas tentativas de inauguración: 2015 o 2016. Pero no es tan sencillo como parece.
Angelici no tuvo la precisión de Alberto J. Armando, pero quiere emularlo en la dialéctica, con la que no se destaca. El ex presidente quedó en la historia de las promesas incumplidas cuando anunció que Boca inauguraría el estadio de la Ciudad Deportiva el 25 de mayo de 1975 a las 11 de la mañana. Su imitador, por ahora, no se animó a tanto. Apenas habló de que tiene capitales que lo respaldan. Dijo que dialogó con el jeque Sheij Mohammad Ibn Saqr Al Qassemi en Dubai, se sacó fotografías con él y señaló que “se mostró interesado”. La sociedad con los presuntos inversores se extendería por diez años. El aforo de la cancha sería de 75 a 80 mil espectadores y la obra contemplaría la construcción de un restaurante, estacionamientos y comercios. Según Roberto Digón, de la Agrupación Nuevo Boca, “los árabes pretenden que se derribe la Bombonera y ése es un problema”. El dato se lo contó un funcionario nacional que pertenece a la colectividad.
La proyectada convivencia de dos grandes estadios a pocas cuadras de distancia les escalda la piel a los vecinos representados en el Movimiento por el Resurgimiento de la Boca del Riachuelo. Silvana Canziani dice que se alienta “la ampliación de la Bombonera siempre que se recupere la conectividad de las calles. Queremos que Boca se quede en el barrio. Pero sería un despropósito urbanístico y ambiental que se construya un nuevo estadio vecino al que ya está. Es una locura”. Los vecinos pretenden que el gobierno porteño compense las tierras que se perdieron en La Boca a manos de intereses privados con el otorgamiento de la categoría UP (Urbanización Parque) a esas manzanas.
La propuesta de Angelici que contempla aggiornar la Bombonera para otros usos como la organización de recitales, causa demasiado rechazo entre socios e hinchas. Incluso entre quienes tienen dificultades para ver al equipo cuando juega los domingos como local y podrían verse beneficiados si se levantara un escenario con mayor capacidad. Y cuando se les sugiere la peregrina idea de tirar abajo el “templo” –como lo llaman con devoción– amenazan con una cruzada. En ese brete está metido el presidente por prometer algo muy difícil de cumplir. Aun cuando tenga la chance de recibir una mano generosa del gobierno porteño, cuya jefatura desea alcanzar como sucesor de Macri, el dirigente político al que le debe ser presidente de Boca.
Angelici ya no puede jugar la carta de ampliar la Bombonera porque fracasó el plan de persuasión sobre los vecinos de la calle Del Valle Iberlucea para que vendan sus viviendas. “Eso cayó en vía muerta. El 65 por ciento de los propietarios estaba dispuesto a vender y el 35 no. Así que nos queda el proyecto alternativo de las dos manzanas de Casa Amarilla. El problema es que hay una cuestión litigiosa hace mucho tiempo, un amparo. La Ciudad debería venderle las tierras a Boca, hacer un cambio de zonificación y que en la Legislatura el proyecto de cesión logre una mayoría especial”, describe Oscar Moscariello, vicepresidente 1º del club y diputado del PRO en la Legislatura porteña. El mismo que intentó convencer sin éxito a los vecinos de que vendieran sus casas. Un dato de color: en esas manzanas que apetecía Boca tiene propiedades Mabel Ocampo, la hija de Quique El Carnicero, el primer jefe de la barra brava de Boca en los años ’70.
Un folleto que se titula Ampliación de la actual Bombonera hizo circular Moscariello entre sus pares de la Legislatura. Su propuesta, que ya no sería viable, sostenía: “Alternativa Evaluada Etapas: 1. Adquisición de las dos manzanas contiguas al edificio de los palcos, entre las calles Aristóbulo del Valle/Dr. Del Valle Iberlucea/ Antonio L. Zolezzi y Brandsen. 2. Demolición de las construcciones existentes en las manzanas mencionadas y del edificio de palcos del club. 3. Adquisición a la Ciudad de aproximadamente 800 metros de calles. 4. Rezonificación urbana del polígono en cuestión...”.
Ante la negativa de los vecinos, a Macri, Angelici y los dirigentes del PRO que pivotean entre el gobierno y el club les queda todavía otra alternativa: la expropiación. Una medida que no resulta simpática en estas circunstancias. Pero que sería la carta que falta en el mazo de Boca para resolver la ecuación que desvela a su presidente: el club tiene 106 mil socios y una cancha con capacidad para recibir a menos de la mitad: 51.700. Al menos, eso parece. A no ser que también se evalúe el gran negocio inmobiliario proyectado, los 50 millones de dólares que invertiría el jeque Sheij Mohammad Ibn Saqr Al Qassemi según aspira Angelici y, por qué no, el afán de reservarse un lugar en la historia del club como el presidente que cumplió con el sueño que no pudo concretar Armando. Claro que en los ’70 todavía no había magnates árabes dispuestos a invertir en un estadio. El dirigente fallecido en 1988 y cuyo nombre lleva la Bombonera intentó financiarse con rifas y bonos patrimoniales. Pero su impericia y el Rodrigazo devoraron su obra. Apenas pudo construir ocho escalones de una pequeña tribuna rodeada de cardos.
Fuente: Pagina 12
Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/deportes/8-205549-2012-10-14.html
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