Hay algo de la experiencia de vivir en La Boca y Barracas que se parece bastante a tener una máquina del tiempo. Porque salir a caminar por sus calles es sentir la historia bajo los pies: imaginar los barcos llegando al puerto, los conventillos de principio de siglo, los artistas, los militantes obreros… por momentos las paredes nos hablan y nos cuentan, no sólo la historia gloriosa, si no también las marcas posteriores, las continuidades y las rupturas. Y cuando percibimos que una buena parte del barrio ya no es lo que era, la Historia nos ayuda a pensar las razones políticas y económicas detrás de esos cambios.
Por ejemplo, el edificio de Alpargatas supo ser más que la actual sede de Casa FOA, en una época en la que La Boca-Barracas estaba lejos de poblar su geografía con negocios inmobiliarios hipervaluados.
La fábrica Alpargatas se instaló en el país hacia fines del siglo XIX en el barrio de Barracas. A partir de 1890, la empresa consolidó su presencia en el mercado local e inició una fuerte expansión hacia países vecinos, como Brasil y Uruguay. Su crecimiento también se materializó en la ampliación de los talleres del barrio de Barracas, con la adquisición de 900 metros cuadrados adicionales en la Avenida Patricios y la ampliación del edificio de la fábrica principal. En la década del ’30 Alpargatas era ya una fábrica moderna que contaba con 93.393 metros cuadrados sólo en Barracas y un personal que ascendía a 7.532 trabajadores/as.
Como nos muestran las fotos en las que vemos rutilantes operarias arregladas como estrellas de cine en los ‘40, Alpargatas se caracterizó, como muchas otras textiles, por la presencia masiva de mujeres en el área de producción.
Desde muy temprano, los ingresos de mano de obra estaban asociados a la presencia de familiares en la fábrica, fortaleciendo una percepción compartida por los trabajadores de ser parte de una “empresa familiar”, fomentada además por numerosos beneficios: comedor, guardería, clínica médica y odontológica, cine, actividades recreativas y hasta una orquesta de operarias!
Al preguntarle a los vecinos más antiguos qué recuerdan de ese pasado fabril, la mayoría arranca diciendo: “Cuando Alpargatas era Alpargatas…” Y en esa evocación nostálgica se hace presente una imagen de bullicio y movimiento fabril, de entrada y salida de centenares de trabajadores, caminando presurosos por Patricios, activando a su paso toda la red de comercios del barrio que vivía gracias a esa agitada dinámica diaria. En el comienzo de cada uno de los tres turnos, una nutrida dotación de colectivos que desde zona sur “descargaban” un centenar de pasajeros/as operarios/as de la fábrica que corrían hasta la puerta de la fábrica para marcar tarjeta. Nélida, o “Neli”, como prefiere que la nombren, entró en 1971 con 28 años recomendada por una amiga que sabía que tenía cierta experiencia en el ámbito textil, por haber trabajado en la fábrica Masllorens, en la que su madre también había sido operaria.
En Alpargatas, Neli fue primero operaria y desde 1982 hasta 2008, empleada administrativa. Hoy está jubilada y tiene 68 años. “Yo tenía que hacer 415 pantalones por jornada. Yo hacía 600. Pero no me movía en todo el día de la máquina, eh. No es que vos hacías todo el pantalón, no, no. Era una línea larga, larga, cada una hacía una cosa. Yo unía el pedazo este (se señala el frente del pantalón, cierre y centro); la que ponía cinturas, ponía cinturas. La que ponía el botón este, ponía “pin!” el botón este. Pín, botón, tiraba. Pín, botón, tiraba. Estaba marcado con relojitos. Pasé momentos muy lindos trabajando. Lo que iba a hacer me gustaba”.
¿Y qué pasó con ese gigante que era Alpargatas? ¿Qué pasó con la parte fabril y vital del barrio? Para entender un poco mejor cómo es que llegamos a ver transformadas muchas de estas fábricas en modernos edificios de diseño –y para no perder de vista las huellas históricas que surcan las fachadas de los barrios del sur- hacer memoria puede ser un buen ejercicio. Neli nos da una pista para el caso de Alpargatas que sirve para pensar otros muchos ejemplos de desindustrialización. Y en su testimonio vemos qué significó el período menemista para muchos obreros como ella: “No, después del ’79 yo no recuerdo otros paros. Así, estar mal, sí, que no nos pagaban y eso, pero nunca hicimos paro. En 2000 a mi me debían 27 mil dólares de sueldo! Hubo personas que estuvieron muy mal... Este Gotelli (Guilermo Gotelli, directivo de Alpargatas durante la década del ’90) en el 94, 95 empezó a cortar cosas: guardería, comedor, la clínica médica, la odontológica. Pero así y todo, no se organizó ningún reclamo.
La gente tenía miedo, viste? La hemos pasado feo. Y después, te daban mercadería para que vendieras, como parte de pago: toallas, repasadores, sábanas y las vendías por tu barrio. Yo así le hice la fiesta de 15 a mi hija. ‘¿Vos querés fiesta? Ayudame a vender’. Era el 1 a 1 y bueno, en 2 meses, 5 mil dólares. Ojo, otra gente lo hacía para comer. Fue bravo”.
Más que un ejercicio de nostalgia barrial la intención de estas líneas es proponer una reflexión alrededor de los significados políticos que marcan los cambios del paisaje de Barracas y La Boca. Para tener presente que las marcas de la historia construyen nuestra identidad vecinal. Y para que así, sea un poco más difícil que intenten borrarlas de un plumazo.
Fuente: Sur Capitalino
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