"¿Por qué es La Boca? Manyá, le enseño a parlar el tango, a embocar gol al tamango, y al misho, a lastrar fainá, pizza y vino con un mango" – Lunfardópolis, de Amado Villanueva.
Pocos barrios en el mundo están tan identificados con un club. Si La Boca ya tiene el nombre del equipo, si sus calles van y vienen en azul y oro. Basta una recorrida por Caminito para sentir como bostero: pinturas de Maradona en los balcones, un Diego de carne y hueso sacándose fotos con turistas por unos billetes, camisetas de todas las épocas a la venta. Incluso un mural, con un rubio grandote (¿Palermo?) gritando desaforado un gol, mientras una pareja enseña tango unos pasos más allá.
Pero La Boca tiene otra parte, esa donde los conventillos no son un paseo de holandeses, franceses, o vaya a saber quién: son de verdad, son vivienda. Ahí, en la parte baja y humilde del barrio, nació Boca. Suárez y Caboto, marca la Guía T: Plaza Solís. Fue en ese banco donde Baglietto, Scarpatti, Sana y los hermanos Farenga comenzaron a planear el sueño. "Aquí comenzó la historia de un sentimiento", reza la plaqueta 107 años después, con una casa de frente azul y oro como eterno vigilante.
La historia, el sentimiento, sigue en los pibes que llevan la camiseta por las calles, en los graffitis más o menos elaborados que devuelven las paredes, en esos negocios de Brandsen, todos con los mismos colores. Porque Boca es La Boca: apenas estuvo un año fuera de ella, cuando en 1914 se mudó a Wilde pero la presión de los socios lo hizo volver. Es su tradición, es el esfuerzo del inmigrante genovés, es ese arrabal de Riachuelo y esa picardía tanguera. Y La Boca le agradece todos los días a través de sus paredes vistiéndose de azul y amarillo. El uno para el otro...
Fuente: Ole
Link: http://www.ole.com.ar/boca-juniors/futbol/colores-barrio_0_675532677.html
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