Va una declaración de principios, aunque haya riesgo de alguna causa por abuso de nostalgia: la Bombonera de hoy es menos hospitalaria que la de anteriores décadas. No se trata aquí de defender una épica setentista ni de colorear fotos de la infancia. Ir a la cancha de Boca en aquellos años era objetivamente más fácil, económico y placentero que ahora, sobre todo cuando el equipo ganaba (cosa que ocurría muy a menudo en las épocas del Toto Lorenzo, del 76 al 79).
Al estadio se viajaba en un colectivo que solía llenarse con hinchas de uno u otro cuadro (en aquellos tiempos no estaban vedados los visitantes) cuando paraban en alguna de las terminales ferroviarias. Si uno contaba con movilidad propia o un vecino motorizado compartía la pasión auriazul, se podía estacionar en cualquier avenida sin obligación de pagar la cena de un corpulento cuidador de coches.
Las entradas para un superclásico, por ejemplo el de los cuatro goles de García Cambón, podían comprarse el mismo domingo en las boleterías de Del Valle Iberlucea unas horas antes de que Patota Potente le diera la primera asistencia –que se decía cortada o habilitación– al centrodelantero recién llegado de Chacarita.
En caso de ser socio existía la chance de ver el ataque del equipo propio en ambos períodos, pegando durante el intervalo tres cuartos de vuelta olímpica por el amplio pasillo del anillo inferior, mientras se consumía un Pindapoy de naranja que no tenía propiedades isotónicas pero igual calmaba la sed (prohibido arrojar desperdicios al foso).
Resulta imposible –una blasfemia gastronómica– comparar los especiales de jamón y queso de El Pañuelito o la fugazzetta de Banchero, ahí entre veredas altas para prevenir la inundación, con cualquier combo de la casa de comidas rápidas enfrente del Parque Lezama. Las únicas ventajas indiscutibles de la actual Bombonera sobre la antigua son las luces y los baños, pero si el progreso ni siquiera garantiza eso… Hoy se debate qué hacer con la cancha inaugurada el 25 de mayo de 1940. Respecto de 40 años atrás, perdió unos 15.000 lugares y resignará otros 10.000 si se cumple la normativa FIFA de 100% del público sentado en 2019. Los asociados, incluidos los tenaces adherentes, bordean los 180.000.
Boca acaba de aprobar la compra de cuatro lotes delimitados por las calles Blanes, Arzobispo Espinoza, Palos y Almirante Brown, adyacentes al complejo Pedro Pompilio. Son 32.000 metros cuadrados a los cuales deberá dárseles un destino social (biblioteca, teatro, espacios verdes) en los próximos tres años. Aunque no lo ha planteado oficialmente en ninguna reunión de Comisión Directiva, Daniel Angelici imagina construir allí el estadio más moderno del país, con capacidad para 80.000 espectadores, palcos VIP, patios de comida, locales de merchandising. Calcula que serán necesarios unos 300 millones de dólares para hacerlo y descuenta que algún petrolero árabe de cuádruple apellido aportará los fondos. En un viaje a Barcelona, en enero de este año, se fotografió con Sheij Mohammad Ibn Saqr Al Qassemi, jeque de Dubai. Y le regaló una camiseta: la tradicional, por supuesto...
En los ratos libres que le dejan sus altas funciones gubernamentales, Angelici mira planos, recibe a arquitectos y escucha propuestas para reciclar el mítico escenario. El presidente reelecto parece empeñado en construir una nueva cancha y clausurar el viejo templo. Si así lo hiciere, Dios y La Boca se lo demanden.
Fuente: Clarín
Link: http://www.clarin.com/viva/mudar-Bombonera_0_1567643377.html#cxrecs_s
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