martes, 1 de julio de 2014

Museo Benito Quinquela Martín: Por La Boca muere

El archivo del pintor encierra el relato de una vida apasionante.


La obra de Benito Quin­quela Martín es una sin­fonía de estibadores car­gando carbones, frutas y pescados. Narra una épica del mo­vimiento continuo. Brumas, soles, atardeceres, noches cerradas, fies­tas, astilleros, puentes y velámenes se mezclan en una memoria aluci­nada que hizo honor a aquello de “mirar hasta que estallen los ojos”. Esa mirada amorosa se derrama como un bálsamo sobre el pueblo boquense. El tan subvalorado “co­lor local” es el eje alrededor del cual se organiza el mundo de Quinque­la como una unidad indivisible en­tre el artista y el lugar que habita. Siempre figurativo, la carga de ver­dad que hay en cada trazo quinque­liano resplandece como una ánfora de luz. En un mundo donde la reti­cencia de sentimientos es moneda corriente, cada cuadro de Quinque­la adquiere el valor de una esperan­za señera. El pintor de La Boca era un alquimista que transformó a su patria chica en un mundo inmen­so. Quinquela decía: “Aquí me die­ron todo: amparo, cariño, amistad, fama… a La Boca le debo todo lo que soy, aquí me trajo la mano de Dios, aquí he trabajado, aquí he su­frido y soñado, aquí he vivido”. Y ese “aquí” es también un “ahora” por el milagro del arte.

Entrar en el Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín re­presenta acceder a un laberinto de maravillosas colecciones de artistas argentinos, mascarones de proa y esculturas. Apoco de andar entre sus amplios espacios, uno tiene la sensación de estar adentro de una nave que se desplaza lentamente por las calles de La Boca. En su plan­ta baja funciona la Escuela Pedro de Mendoza. En cada aula, hay un mu­ral pintado por Quinquela, que creía que la convivencia de los niños con el arte era una cosa absoluta­mente necesaria.

En un box presurizado se conservan los archivos de Quinquela que han sido digi­talizados por el Departamento de Archivo y Documentación. El maestro acostumbraba guardar todo tipo de mate­rial impreso –fotos, tarjetas, recortes de diarios, anotaciones for­tuitas, cartas, catálogos, etc.– que ahora se encuentra digitalizado y disponible al público.

Víctor Fernández, director del Museo, nos cuenta que ese archi­vo encierra el relato de cómo se fue construyendo alrededor de la es­cuela/museo un polo cultural, edu­cativo y sanitario: una escuela de ar­tes gráficas, un teatro, un lactario y un hospital odontológico infantil, con los que Quinquela buscó armo­nizar el arte con la asistencia social. “Quinquela en un momento se sale de la tela”, dice marcando el mo­mento en el que el maestro deci­de que su arte se involucre directa­mente con las calles del barrio y de la ciudad. Ahí está Caminito, que se hizo a par­tir de una idea suya, una calle muerta convertida en una ga­lería de arte a cielo abierto, y la fun­dación de la Orden del Tornillo, una simpática logia que premiaba la au­sencia de cordura, bendiciendo a los “locos”, depositarios de los sue­ños y los cambios. En el despacho de Fernández hay una gigantogra­fía de una foto de Quinquela donde se lo ve en pleno trabajo, flanquea­do por los mellizos García, persona­jes del barrio, y por Adolfo Ollavaca, entrañable poeta.

Hay 69 murales de Quinque­la repartidos por Buenos Aires, como “La descarga de los con­voyes” que todos los días cientos de porteños pisan en el andén de la estación Plaza Italia de la línea Dde subterráneos. Hoy se respe­ta plenamente la vocación social del artista: el Museo programa constantemente acciones cultura­les que involucran a escuelas de la zona y a los vecinos. Un viejo sueño de Quinquela pronto se hará realidad: los chicos del barrio van a pintar de vivos colores la acera de la ave­nida Pedro de Mendo­za, desde el Museo hasta la ribera.

Museo Quinquela. Pedro de Mendoza 1835. Abierto martes a domingo hasta las 18. Bono contribución: $ 10.

Fuente: Diario Z

Link: http://www.diarioz.com.ar/#/nota/museo-benito-quinquela-martin-por-la-boca-muere-34466/

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