miércoles, 22 de junio de 2016

GPS La Boca: la obra eterna de Quinquela


Lo lógico es pensar que, por un lado, está Benito Quinquela Martín (1890-1977), el pequeño huérfano adoptado por un pareja de carboneros, aquel chiquito lánguido y desgarbado que hombreó bolsas en el puerto, que empezó a garabatear un poco a escondidas y que ya adulto y triunfante le dijo “no” al contrato que le ofreció Mr. Farrel, rey del acero, para pintar sus fábricas de Pittsburg.

Que, por otro lado, están los cuadros de Quinquela, esos emblemáticos barcos de colores saturados y cielos de fuego entre los cuales transitan hombrecitos oscuros y encorvados por el peso que cargan sobre la espalda.

Y que además está La Boca, el escenario.

Pero las diferencias entre Quinquela (hombre y mito), obra y barrio no son tan claras.

“La Boca es un invento mío”, declaró el artista. Y afirma Víctor Fernández, director del Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín de La Boca, no estaba tan equivocado.

“No sólo legó una importante colección de pintura –indica Fernández aClarín–. También transformó el entorno”. A La Boca real, con otra, imaginada. Y, mutuamente, se alimentaron.

Quinquela abrió el museo y un lactario, entre otras instituciones. Y diseñó Caminito, con casitas de chapa y zinc pintadas, esculturas y otras obras de arte y tango hasta en el nombre –Caminito se llama el que Juan de Dios Filiberto musicalizó y se estrenó en 1926–.

Pero eso no es todo. “Articuló tradiciones para crear y nos convenció de una Boca que no existía", dispara Fernández. “Había tangos que hablaban de los barcos que iban a recalar a un espacio turbio y brumoso pero, a partir de él, hay una postal a puro color del barrio”.

El Museo (ubicado en Pedro de Mendoza 1835) ofrece visitas guiadas sábados y domingos a las 15, gratis (bono contribución $ 30) por lugares que marcaron a Quinquela y a los que él marcó. La ex carbonería de los padres. La calle Garibaldi, con viviendas del siglo XIX. “Parte del paisaje cultural boquense, del patrimonio fuera del Museo”, dice Fernández. El Riachuelo. Los colores. Esos colores a los que el artista dijo que andaría “prendido” hasta después de muerto.

Posible recorrido:​

1) Un polo cultural. En 1936, Quinquela empezó a diseñar un "polo de desarrollo cultural,educativo y sanitario" sobre la ribera del Riachuelo, explican en la visita guiada. Arrancó con la fundación de la Escuela Museo Don Pedro de Mendoza, en Pedro de Mendoza al 1800. Siguió, en el '38, con el Museo de Bellas Artes de La Boca, que abrió en los pisos superiores de esa sede para exhibir su colección de arte argentino, (tradicional y figurativo) y obras suyas, clave. Después, donaría terrenos para edificar el Jardín de Infantes Nº 6 inaugurado en 1944; el Lactario Municipal, en 1947; la Escuela de Artes Gráficas, en 1950; el Instituto Odontológico Infantil, en 1957, y el Teatro de la Ribera, en 1971.

2) La Plazoleta de los Suspiros. Hay que transportarse. Imaginarse el puerto en ebullición. Talleres. Depósitos. Y no cuesta demasiado. Es que a fines del siglo XIX y principios del XX, los inmigrantes, como el padre de Quinquela, el genovés Manuel Chinchella, iban a esa plazoleta para conectarse con noticias de su tierra natal, recordarla o saber sobre la suerte de los navegantes. Por eso, por la nostalgia, entre otras emociones, el nombre del espacio. Fue diseñado con forma de nave y tiene un busto que homenajea al almirante Guillermo Brown, esculpido por Julio Vergottini (1905-99). "Fue donde Brown instaló el espacio en el que arreglaron los buques de la primera escuadra argentina que luchó por la independencia y después,contra el imperio del Brasil", agregan en la visita guiada. En Pedro de Mendoza y Del Valle Iberlucea.

3) Hijo de carbonero. Manuel Chinchella, carbonero, y Justina Molina adoptaron al Benito Juan Martín cuando tendría siete años, en 1897. De chiquito, Quinquela (el apellido como se pronuncia en castellano) empezó a trabajar en la carbonería familiar. Y en 1907 se inscribió en cursos de dibujo y pintura que Alfredo Lazzari dictaba en la Unión de La Boca. Desde 1920, expondría y vendería en el exterior. Cuando volvió de su primera muestra en España, con la plata que había ganado por los cuadros, compró la casa de sus padres, donde también funcionaba la carbonería y donde vivió gran parte de su vida. Luego, el lugar se convertiría en sede de galerías de arte. En Magallanes 889.

4) Otro atelier, otra figura del barrio. El pintor Fortunato Lacámera (1887–1951) tuvo su taller en Magallanes y Garibaldi. Como Quinquela, era hijo de inmigrantes genoveses, de origen humilde, y trabajó desde chico, incluso como pintor de brocha gorda. Compartió con Quinquela años de formación y espacios de creación. También fue un promotor cultural. En los '20 dirigió la revista La fragua,sobre arte y literatura, y en 1940, promovió la fundación de la Agrupación Gente de Arte y Letras Impulso, que presidió hasta que murió.

5) Por el Caminito del arte. "Un buen día se me ocurrió convertir a ese potrero en una calle alegre", resumió Quinquela. En la visita guiada explican que ya en los años '30 había arrancado con el proyecto de intervención de fachadas de la Vuelta de Rocha pero que tomó forma en el '59, con la inauguración de Caminito. Junto a vecinos, Quinquela impulsó la instalación de esculturas y relieves de artistas reconocidos. El espacio albergó al teatro de Cecilio Madanes. Y así el trayecto con casitas altas de madera y chapa pintadas se convirtió en usina de cultura popular, museo a cielo abierto, emblema del barrio.

Fuente: Clarín 

Link: http://www.clarin.com/ciudades/GPS-Boca-obra-eterna-Quinquela_0_1596440529.html 

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