sábado, 12 de noviembre de 2011
Benito Quinquela Martín, el inventor de La Boca, sus colores y su fuerza
No sólo pintó el barrio: además, creó escuelas, hospital, un museo y un teatro que aún perduran. Benito Quinquela Martín hizo de su obra un relato de la Boca, una construcción llena de colores y de fuerza que aún hoy sigue funcionando, aunque el barrio no sea -quizá no lo haya sido nunca- como él lo imaginó, o imaginaba que llegaría a ser.
Basta mirar “La ciudad futura”, un aguafuerte de 1940, con esos enormes, altos edificios, o “Día de trabajo”, un óleo de 1958, que entre los trazos de color, deja ver un puente sobre el Riachuelo y, detrás, más sombras de construcciones, de chimeneas humeantes, para recordar que fue el propio Quinquela quien lo dijo en una entrevista: “La Boca es un invento mío...”.
Todo ese universo, en unas cuarenta obras, puede verse desde hoy en el Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín, frente al Riachuelo, tan cerca de ese puente que el artista pintó en 1924, un óleo bello, de negros enmarañados y rosados alucinados, en el que se ven botes, barcos, carros tirados por caballos. Y los trabajadores que trajinan el barrio. “El puente de la Boca” nunca había sido exhibido en el museo de Quinquela y ese es uno de los motivos de esta muestra, “La Boca, según Quinquela. El color como marca y un barrio como obra”.
Hay más trabajos que se verán en este museo por primera vez, como dos dibujos de 1908, uno de ellos un retrato de Garibaldi, firmados “B. Chinchella”, y unos dibujos de enero de 1973, cuando estaba internado a raíz de un accidente cerebrovascular y probaba volver a dibujar. Son dos dibujos, “La despedida”, en la que se ve a una mujer alzando a un niño en señal de despedida a un hombre que saluda desde un barco, y “Regresando a la Boca”. Son dibujos de pintados con colores claros, casi pasteles, y en los dos Quinquela anota la fecha (enero de 1973) y aclara: “Con la mano derecha”. “Esta exposición es una posibilidad de hacer nuevas lecturas de la obra de Quinquela, de cómo él se involucró en el proceso de transformación de su barrio. No es sólo el paisaje, es también una construcción de identidad, de la Boca y del país”, dice Víctor Fernández, curador de la muestra.
Para completar ese sentido, el del recorrido desde que nació en 1890 como Benito Juan Martín, pasó a ser Chinchella por su familia de adopción y volvió a cambiar su nombre por el de Quinquela Martín, esta muestra aporta una buena cantidad de fotos y materiales de archivo. Fernández cuenta que Quinquela no escribía, pero armaba, con papelitos, pasajes de tren y menús de restaurantes, entre otras cosas que rescataba de sus viajes, documentos o diarios sobre cada una de sus exposiciones. Quinquela no sólo pintó esa “ciudad futura” (el futuro visto desde el pasado). También la fundó, y cambió el paisaje de la Boca cuando concretó un proyecto que, tantos años después, sigue en pie: un complejo cultural que contiene una Escuela de Artes Gráficas, un jardín maternal y otro de infantes, el Hospital Odontológico, el Museo de Bellas Artes que lleva su nombre, y el Teatro de la Ribera. Es curiosa la historia de “El puente de la Boca”, casi tanto como la de las fotos del archivo de Quinquela que se exhiben y lo muestran a veces disfrazado con un uniforme de Almirante de Mar y Tierra, en una lejano carnaval de 1935 que se festejó en la “República de la Boca”. En 1924, el ex presidente Marcelo T. de Alvear le regaló “El puente ...” a Eduardo de Windsor, príncipe de Gales, el hombre que renunció a la corona por amor, durante una visita a la Argentina.
Sus bienes personales terminaron en una subasta, entre ellos el cuadro de Quinquela que fue comprado por un coleccionista suizo y finalmente vuelto a comprar por la Argentina. Ya de regreso, estuvo, también, en manos de un galerista privado. “La muestra se estructura conforme a núcleos temáticos que darán cuenta del hombre y el barrio, ambos involucrados en un singular proceso de construcción identitaria.
Serán abordados aspectos distintivos de la sociedad boquense que fueron reinterpretados e institucionalizados por Quinquela, tales como la tradición solidaria, la relación con el trabajo y las reivindicaciones sociales, y el profundo apego a la vida bohemia”, dice el texto curatorial. Una bohemia de la que el taller de Quinquela fue casi sede oficial y donde, en 1948, se fundó la “Orden del Tornillo”, para que prevaleciera la “locura” frente a la “cordura”. En eso Quinquela también se había adelantado. En esta muestra se puede ver una nota de 1918 en la que ya aboga por una cofradía de locos.
En la exposición están sus mascarones de proa, sus cuadros de barcos incendiados y fuegos de colores violentos. Los trabajadores. Los engranajes y las maquinarias ominosas.
Dijo Quinquela: “No sólo utilicé los colores en mis cuadros, sino que traté de incorporarlos a la realidad edilicia de la Boca”.
Fuente: Clarin
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